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— Tienes que ayudarme con esto, Ivan — susurrу Miles con urgencia.

— Eh? — murmurу Ivan, en tono de extrema neutralidad.

— No sabнa que Vorob'yev lo iba a mandar a йl. — Miles hizo un gesto hacia lord Vorreedi, que acababa de terminar su propia conferencia en voz baja con el conductor del auto, el guardia de paisano y el uniformado de la embajada. El uniformado llevaba el atuendo de fajina verde, como Miles e Ivan; los otros dos llevaban mallas y tъnicas largas hasta los tobillos en el tнpico estilo de Cetaganda. El oficial de protocolo tenнa mбs prбctica con la ropa cetagandana y se movнa con mayor soltura y comodidad.

Miles siguiу diciendo en voz baja:

— Cuando establecн esta cita con mi contacto, pensй que Vorob'yev nos mandarнa con Mia Maz… al fin y al cabo, esto tiene que ver con la Divisiуn de Damas o como se llame… No tiene por quй cubrirme. Lo que necesito es que lo distraigas un momento cuando llegue el momento de marcharme.

El guardia de paisano hizo un gesto con la cabeza y se fue. Un hombre de perнmetro. Miles memorizу la cara y la ropa. Otra cosa de la que tenнa que cuidarse. El guardia se alejу hacia la entrada de la exhibiciуn, que por cierto no se desarrollaba en un recinto normal. Cuando le habнan descrito el espectбculo, Miles se habнa imaginado alguna estructura cavernosa y cuadrangular como la que albergaba la Feria Agrнcola de Distrito en Hassadar. Pero el Salуn del jardнn de la Luna, como lo llamaban, era otra cъpula, una imitaciуn burguesa y diminuta del Jardнn Celestial. Bueno, no demasiado diminuta, en realidad: tenнa mбs de trescientos metros de diбmetro y se arqueaba sobre un suelo empinado e irregular. Bandadas de ghems bien vestidos, tanto hombres como mujeres, se acercaban al tъnel de la entrada superior.

— Y cуmo diantres voy a conseguirlo, primito? Vorreedi no es de los que se distraen con facilidad.

— Dile que me fui con una dama. Propуsitos inmorales. Tъ siempre tienes ese tipo de propуsitos… por quй yo no? — Los labios de Miles se torcieron tratando de suprimir una burla a los ojos en blanco de Ivan-. Presйntale a media docena de tus noviecitas. Me parece difнcil que no te encuentres con alguna por aquн. Presйntalo como el hombre que te enseсу todo lo que sabes sobre el Arte de Amor Barrayarйs.

— No es mi tipo — dijo Ivan entre dientes.

— ЎUsa la iniciativa!

— No tengo iniciativa. Yo sigo уrdenes, muchas gracias. Es mucho mбs seguro.

— De acuerdo. Te ordeno que uses la iniciativa.

Por todo comentario Ivan formу un taco con los labios, sin pronunciarlo.

— Estoy seguro de que acabarй arrepintiйndome.

— Aguanta un poco mбs. Unas pocas horas y todo habrб acabado. — Para bien o para mal…

— Eso ya me lo dijiste anteayer. Y resultу falso.

— No fue culpa mнa. Las cosas son un poco mбs complicadas de lo que suponнa.

— Recuerdas aquella vez en Vorkosigan Surleau, cuando encontramos aquel viejo depуsito de armas y nos convenciste a mн y a Elena de que te ayudбramos a activar el tanque flotante? Y despuйs chocamos contra el granero? Y el granero se derrumbу? Y mi madre me puso bajo arresto domiciliario durante dos meses?

— ЎIvan, tenнamos diez aсos!

— Yo lo recuerdo como si fuese ayer. Ayer y anteayer…

— Esa cosa ya se estaba cayendo. No hizo falta mucho para derrumbarla. Les ahorrу el precio de la demoliciуn. Por Dios, Ivan, Ўesto es serio! No puedes compararlo con… — Miles se interrumpiу cuando vio que el oficial de protocolo despedнa a sus hombres y se volvнa hacia los dos enviados con una leve sonrisa. Los tres entraron juntos al Salуn del jardнn de la Luna.

Miles se sorprendiу al ver algo tan burdo como un cartel, aunque fuera de flores, sobre el arco de la entrada de un laberinto de caminos descendentes que bajaban por la ladera natural. Exposiciуn Anual de Bioestйtica Nъmero 149, Clase A. Dedicada a la memoria de la Seсora Celestial. Esa dedicatoria habнa convertido la ocasiуn en una cita obligada para la agenda de todos los enviados diplomбticos.

— Las hautmujeres compiten aquн? — le preguntу Miles al oficial de protocolo-. Creo que esto estб dentro de su estilo.

— Tanto que nadie podrнa ganarles si participaran — contestу lord Vorreedi-. No, no. Las haut tienen su propia competiciуn anual, muy privada, en el Jardнn Celestial, pero no este aсo, por lo menos hasta que termine el perнodo oficial de luto.

— Asн que… estas exposiciones de las ghemujeres son… emmm, una imitaciуn de sus hermanastras haut?

— Йsa es la idea, sн. Йse es el estilo de este planeta.

Las presentaciones de las ghemladies no estaban dispuestas en filas, sino por separado, cada una en su propia curva o rincуn. Miles se preguntу quй tipo de discusiones se desatarнan para conseguir los lugares mбs favorables, quй tipos de estatus y poder serнan necesarios para obtener los mejores y si la competencia por los lugares podнa llegar al asesinato. Al asesinato verbal seguramente, a juzgar por algunos fragmentos de conversaciуn que alcanzу a oнr entre los grupos de ghemladies que pasaban lentamente entre crнticas y expresiones de admiraciуn.

Le llamу la atenciуn un tanque lleno de peces. Tenнan las aletas muy finas y las escamas de colores seguнan el dibujo exacto de uno de los maquillajes que usaba uno de los ghem-clanes: azul brillante, amarillo, negro y blanco. Los peces giraban en una especie de gavota acuбtica. No era demasiado impresionante desde el punto de vista de la ingenierнa genйtica, excepto por el hecho de que la dueсa de la muestra, orgullosa y esperanzada, era una niсa de apenas doce aсos. Parecнa una mascota de las exhibiciones mбs serias de las damas de su clan. ЎYa verйis dentro de seis aсos! decнa su sonrisita infantil.

Las rosas azules y las orquнdeas negras eran tan rutinarias que sуlo servнan de marco para las verdaderas obras. Pasу una joven, siguiendo a sus ghempadres con un unicornio de medio metro atado a una rienda dorada. Ni siquiera era una exhibiciуn… A diferencia de lo que pasaba en la Feria Agrнcola de Hassadar, era evidente que aquн nadie se preocupaba de la utilidad. La competencia era solamente artнstica; la vida, el medio, la biopaleta que suministraba efectos para las obras.

Se detuvieron junto a una especie de balcуn que permitнa una vista general de la ladera del jardнn. Un brillo verde llamу la atenciуn de Miles, que bajу los ojos para mirar el suelo. Un grupo de hojas y zarcillos brillantes subнa en espiral por la pierna de Ivan. Unos pimpollos rojos se abrнan y se cerraban lentamente, exhalando un perfume delicado y profundo; el efecto era el de una boca y, en general, no parecнa una creaciуn afortunada. Miles lo mirу fascinado un buen rato antes de murmurar:

— Ivan… no te muevas pero mira tu bota izquierda.

Otro zarcillo se enredу lentamente alrededor de la rodilla de Ivan y empezу a subir. Ivan bajу la mirada y lanzу un juramento.

— Quй diablos es eso? ЎSбcamelo de encima!

— Dudo que sea venenoso — dijo el oficial de protocolo, sin mucha seguridad-. Pero tal vez sea mejor que se quede usted quieto, milord.

— Creo… creo que es una rosa trepadora. Muy llena de vida, no les parece? — Miles sonriу y se inclinу, buscando las espinas antes de extender la mano. Tal vez eran retrбctiles o algo asн… El coronel Vorreedi hizo un gesto como para indicarle que no se acercara.

Pero antes de que Miles reuniera el valor de arriesgar la piel y la sangre en el rescate, se acercу por el sendero una ghemlady regordeta con un gran cesto en el brazo.

— ЎAh, ahн estбs, cosita mala! — exclamу-. Discъlpeme, seсor. — Se dirigiу a Ivan sin mirarlo mientras se arrodillaba junto a la bota y empezaba a desenredar su creaciуn-. Lo siento… esta maсana hay demasiado nitrуgeno.

La rosa soltу el ъltimo zarcillo de la bota de Ivan con un movimiento decepcionado y la mujer la metiу sin ceremonias en la canasta donde se retorcнan otras fugitivas rosadas, amarillas y blancas. Despuйs, con la mirada perdida en los rincones y bajo los bancos, la concursante se alejу a toda prisa.

— Creo que le has gustado a esa cosa — dijo Miles a Ivan-. Feromonas?

— Por quй no te vas a la mierda? — le susurrу Ivan-. Me dan ganas de meterte a ti en nitrуgeno y guardarte debajo de… Dios… quй es eso?

Habнan terminado de doblar una curva hacia un бrea abierta en cuyo centro se alzaba un бrbol lleno de gracia, con grandes hojas peludas en forma de corazуn. Tenнa dos o tres docenas de ramas que se arqueaban y volvнan a caer, sacudiйndose levemente con el peso de una fruta en forma de vaina que colgaba en manojos. La fruta estaba maullando. Miles e Ivan se acercaron.

— Eso… es… horrible, claramente horrible — dijo Ivan, indignado.

En cada vaina habнa un gatito encogido como un bulto, cabeza abajo, el pelaje largo, sedoso y blanco se esponjaba como un sol alrededor de la cara felina: un hermoso marco para las orejas y los bigotes y los brillantes ojos azules. Ivan levantу la mano hacia uno y tirу de la rama para examinarlo de cerca. Tratу de acariciar a la criatura con cuidado; el gato lo tocу con dos suaves garras juguetonas y blancas.

— Un gatito como йste tendrнa que estar jugando con un ovillo, en el cйsped, y no pegado a un бrbol para darle unos puntos a una ghemputa… — opinу Ivan con furia. Mirу a su alrededor. Por el momento estaban solos; nadie los observaba.

— Mmmm… no estoy seguro de que estйn pegados — dijo Miles-. Espera, no creo que…

Tratar de impedir que Ivan rescatara un gatito de un бrbol era tan imposible como tratar de evitar que soltara un piropo ante una mujer bonita. Para йl era como un acto reflejo. Por el brillo que veнa en sus ojos, era evidente que estaba decidido a liberar a todas las pequeсas vнctimas para que despuйs jugaran con las rosas trepadoras.

Ivan arrancу la fruta de la rama. El gatito emitiу un gemido, tuvo una convulsiуn y quedу inmуvil.

— Gatito, gatito… — susurrу Ivan, asustado, con los labios junto a la mano donde sostenнa la fruta como en una copa. Un alarmante hilillo de lнquido rojo corrнa por la muсeca del salvador desde el tallo roto.

Miles colocу las hojas en forma de corazуn alrededor del… «cadбver» le parecнa la mejor palabra. La bestia no tenнa cuartos traseros. Dos patas rosadas y desnudas se fundнan con la vaina misma.

— … No creo que estйn maduros, Ivan…

— ЎEso es horrible, horrible! — jadeу Ivan furioso, pero no lo dijo en voz muy alta. Por consentimiento mutuo y sin mediar palabra, se alejaron silenciosamente del бrbol gato y doblaron otra curva. Ivan mirу frenйtico a su alrededor, buscando un lugar para dejar el pequeсo cadбver y poner distancia entre йl y su pecado-. ЎGrotesco!

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